¿Qué es la Risoterapia?
La risa
La risa es una manifestación de alegría y bienestar, en definitiva, una descarga emocional que podría definirse como una reacción psicofisiológica.
Fisiológicamente se caracteriza por las contracciones enérgicas del diafragma, acompañadas de vocalizaciones silábicas repetitivas con resonancia de la faringe, velo del paladar y otras cavidades fonatorias, que son las que producen el sonido particular que caracteriza la forma de reírse de cada uno. Además, estas contracciones son acompañadas por una expresión facial determinada configurada por hasta 50 músculos faciales, principalmente alrededor de la boca, y que puede acompañarse de secreción lagrimal. Por otro lado, la risa pone en movimiento alrededor de 300 músculos diferentes de todo el cuerpo: de la pared abdominal, cabeza, cuello, espalda, hombros, brazos, manos y piernas entre otros. Por último, todo este movimiento corporal es acompañado de una serie de procesos neurofisiológicos asociados, como los cambios respiratorios y circulatorios. Internamente la risa se acompaña de una sensación subjetiva conocida como hilaridad, cuyo goce se ha comparado con el de la actividad sexual y otras reacciones placenteras del organismo.
Tipos de risa
La risa puede dividirse en risa espontánea, aquella que surge de forma natural como expresión genuina de las distintas emociones humanas, como por ejemplo aquella asociada a la alegría, la diversión o el humor. En contraposición a esta se encuentra la risa ensayada, la cual se obtiene voluntariamente y sin motivo alguno que la justifique. Por otro lado, la risa estimulada, es aquella consecuencia de la acción física o que refleja determinados estímulos externos, como las cosquillas. Luego, la risa inducida es producto de los efectos de determinados fármacos o sustancias psicotrópicas como el alcohol, la cafeína, las anfetaminas o el cannabis, entre otras. Finalmente, la risa patológica es específica de lesiones del sistema nervioso central como consecuencia de varias enfermedades neurológicas transitorias o persistentes; esta última no está vinculada a cambios emocionales y no hay control voluntario sobre su duración, intensidad o expresión facial. A veces viene acompañada de «llanto patológico»